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La Felicidad

La Felicidad. Qué buen destino, qué buen concepto. Un incuestionable elixir que todos persiguen como el nuevo Grial del siglo XXI. Mucho se ha escrito sobre esta cuestión: La Felicidad.

Hay cientos de miles de manuales que, a mi entender, hermetizan y complican un estado anímico mucho más fácil de conseguir de lo que nos quieren hacer creer. Aunque sólo nos requiere esfuerzo y claridad personal si realmente queremos lo que decimos querer.

La Felicidad, siempre la defenderé como un estado anímico. No es un lugar soñado al que se llega. Es muy real asegurar que no es un destino sino un viaje. ¿somos felices? ¿arañamos momentos de plenitud o por el contrario nos embarramos constantemente de esta sensación? ¿cuantos segundos, minutos, horas, nos sentimos felices a lo largo del día?

Lo primero que debemos hacer es ser conscientes del grado de felicidad diaria que disfrutamos. Porque ¿Lo somos a diario? ¿o sólo nos sentimos plenos, ciertos momentos a la semana? ¿tenemos momentos de felicidad a solas? ¿o siempre cuando estamos rodeados de gente que nos quiere y nos aprecia?

Como vemos, no hay reglas empíricas para graduar nuestra felicidad. No hay datos objetivos ni situaciones tipo. Porque la Felicidad es un Estado Anímico.

Hay gente tremendamente feliz en adversidades difícilmente explicables; y otras por contra, que tienen la mala costumbre de no disfrutar de la Felicidad ni cuando se la sirven en bandeja de plata.

Sin embargo, la Felicidad se ha convertido en el tótem irrefutable de la panacea más preciada. ¿y cómo es posible que, un estado emocional, que es el clímax de los estados anímicos, con tanta frecuencia, lo abandonemos y dejemos de perseguirlo (ejercitarlo)?

El Ser Humano, con una facilidad pasmosa, suele colocar la responsabilidad de sus acciones, en todo ser (divino, humano, inanimado o conceptual) que no sea él mismo. En un ejercicio constante de irresponsabilidad, egocentrismo y soberbia. El destino, Dios, la fortuna o la suerte,… cualquiera que me pueda justificar que lo que vivo y poseo diariamente es “culpa” de ellos; y yo, pobre de mí, no soy más que la víctima que sufre las consecuencias, con más moral que el Alcoyano.

¿De verdad se persigue la Felicidad? ¿Realmente creemos que es la consecuencia de nuestra forma de ser y de entender el Mundo? ¿Somos conscientes de que es el resultado de nuestra forma de comprender, vivir y accionar en la vida?

Como todo en esta vida, las emociones se ejercitan, se cultivan, se trabajan,… si se quiere; si no, siempre nos quedará maldecir a la Suerte o al Destino o vivirlo como un castigo de Dios. La justificación, sí que sólo depende de nosotros mismos.

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